Sordido seductor.

Como una bocanada de aire fresco se entremetió tu perfume por el medio de mis dientes un tanto separados, siempre lo supe, debí haber usado aparatos. Solamente tuve un segundo para imaginar todas esas perversas fantasías, pero esta vez ponerles tu cara, tus brazos, tu boca y tu perfume, era todo lo que tenía hasta momento. Lentamente te desvestí mientras me contabas de tu laburo, de la facu, de la vida y de las cosas. Mi boca estaba toda lastimada, los nervios de no poder memorizarte me hacían morderla por todos lados. Y me tranquilicé, ya estabas en mi fichero mental totalmente preparado para empezar. Empecé a hacer chistes, bobos, siempre demostrando esa persona irritante que aveces no soy. Siempre tapando toda situación incomoda que pudiera salir a flote. No me acuerdo bien cuanto tiempo habremos estado conversando, entre las pitadas contabilizadas de tu cigarrillo y las copas que rodaban por mis manos, tenía cosas más importantes en que pensar. Pensé que ponerme brillo en los labios podía llegar a ser demasiado, pero lo hice igual. Las cosas estaban bajo control, en el estado físico de la materia. En el medio de los relámpagos de mi cabeza y las luces que me insitaban a besarlo, tenía un rio lujurioso e incruzable, volviéndome loca. Me evaporé, me condensé en liquido y volví a mi solidez en un segundo, pero esto sucedía con frecuencia, cada vez que me demostraba lo codiciable que era, cada vez que balanceando sin sesar esos labios cancheritos y sensuales me demostraba que era mucho más de lo que podía aspirar. Todo bajo control, claro. Ese tema sexy que nunca debió sonar empezó a cachondear a todos los presentes, no me excluyo. Pero la noche llegó a su fin y entre cigarros y margaritas pude mantener mi libido controlado por muchas horas. Se levantó, se despidió y se fue. Por suerte pude memorizar su cara..sus manos, sus brazos, su boca, esos ojos penetrantes y ese perfume, que se coló entre mis dientes con cada bocanada de aire.